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miércoles, 25 de septiembre de 2019

La Urraca


Hace tiempo quizás más del que alguno que leáis esto hayáis vivido, un chaval de 14 años frecuentaba un paraje cerca de Córdoba por motivos familiares.Aquel entorno era el Muriano y sus alrededores , en ese tiempo un ,"algo"se despertaba en mí,  pues ese chaval era yo.Lo que palpitaba no obedece a descripción escrita alguna, pues era una amalgama de sentimientos que tenían su explosión al ver un ave a través de unos viejos prismáticos de la marca Súper Zenit. Estos cacharros inauditos se obtenían en alguno de los varios bazares que en Córdoba había, recuerdo muy bien uno de ellos cuyo nombre evocaba la procedencia de su variado stock, era el Bazar Ceuta y allí podías encontrar desde unos populares Walkman a estos vetustos prismáticos de baja calidad.
Fueron mi herramienta durante mucho tiempo quizás desde el 79 hasta el 89 donde los sustituí por unos maravillosos cacharros rusos llamados Tento.
Pues bien, volviendo al Muriano y su entorno allá a comienzos de los 80 había un pájaro que se dejaba acariciar especialmente con la vista a través de los Zenit.  Ese pájaro de iridiscente aspecto con connotaciones pías (blanco y negro) no era otro que la Urraca (Pica pica).
Fue mucho el tiempo que dediqué a seguirla entre encinas y campos de los alrededores de el embalse de Guadanuño.
Los inviernos de las Urracas eran austeros las veía de vez en cuando y para mi deleite carroñear los duros días de Diciembre en conejos atropellados junto a la muy transitada carretera de Badajoz.
La imagen de un bando con algarabía propia de su voz áspera,  banda sonora de la entonces popular serie Curro Jiménez,  donde Chovas ,Grajillas y Urracas ponían el punto agreste a las escenas de campo, se abría paso entre las Nieblas perpetuas de Puente Nuevo.
Los Veranos eran muy diferentes , recuerdo los primeros pollos en mis manos para mi satisfacción,  contemplar de cerca aquellas "brujas" que me habían cautivado y las interminables retahílas de mi padre acerca de cómo escondían objetos brillantes y de valor aportandoles el apodo de ladronas.
No se si esa fama estaba justificada al igual que sus supuestos hábitos parlanchines que según el vulgo las hacía emular a los mejores disertadores del tipo del famoso Castelar.
Lo que si vi muchas veces para reforzar su fama de ladronas fue el asalto a los huertos de los parroquianos teniendo especial predilección por la maduras Sandías estivales.
Hoy cuando pasó por aquellos lugares recuerdo sus nidos que me alucinaron pues los construían con barro en su primera fase rodeandolos con un fortín de palos impenetrable.
Me resultó curiosisimo la imagen de una colonia tras un incendio donde el barro del cuenco inicial quedó expuesto al arder las ramas y endurecido tras su cocción por las llamas.
Hoy en día aún me deleitó con su observación,  puedo pasar minutos viéndolas solo ir y venir llenando el vacío nostálgico de aquel chaval que le gustaban los pájaros.